Thursday, January 23, 2014

"Metáforas", ¡qué palabra más larga e indignante!

-¿Qué haces? -le preguntó.
-Estoy pensando.
De un manotazo accionó el interruptor, y la luz agredió su rostro huido.
-Si estás pensando, quiero ver qué cara pones cuando piensas.
-Beatriz se cubrió los ojos con las manos-. ¡Y con la ventana abierta en pleno otoño!
-Es mi pieza, mamá.
-Pero las cuentas del médico las pago yo. Vamos a hablar claro, hijita.
¿Quién es él?
-Se llama Mario.
-¿Y qué hace?
-Es cartero.
-¿Cartero?
-¿Que no le vio el bolsón?
-Claro que le vi el bolsón. Y también vi para qué usó el bolsón. Para meter una botella de vino.
-Porque ya había terminado el reparto.
-¿A quién le lleva cartas?
-A don Pablo.
-¿Neruda?
-Son amigos, pues.
-¿Él te lo dijo?
-Yo los vi juntos. El otro día estuvieron conversando en la hostería.
-¿De qué hablaron?
-De política.
-¡Ah, además es comunista!
-Mamá, Neruda va a ser presidente de Chile.
-Mijita, si usted confunde la poesía con la política, lueguito va a ser madre soltera. ¿Qué te dijo?
Beatriz tuvo la palabra en la punta de la lengua, pero la adobó algunos segundos con su cálida saliva.
-Metáforas.
La madre se aferró a la perilla del rústico catre de bronce, apretándola hasta convencerse de que podía derretirla.
-¿Qué le pasa mamá? ¿Qué se quedó pensando?
La mujer vino al lado de la chica, se dejó desvanecer sobre el lecho, y con voz desfalleciente, dijo:
-Nunca te oí una palabra tan larga. ¿Qué «metáforas» te dijo?
-Me dijo... Me dijo que mi sonrisa se extiende como una mariposa en mi rostro.
-¿Y qué más?
-Bueno, cuando dijo eso, yo me reí.
-¿Y entonces?
-Entonces dijo una cosa de mi risa. Dijo que mi risa era una rosa, una lanza que se desgrana, un agua que estalla. Dijo que mi risa era una
repentina ola de plata.
La mujer humedeció con la lengua trémula sus labios.
-¿Y qué hiciste entonces?
-Me quedé callada.
-¿Y él? .
-¿Qué más me dijo?
-No, mijita. ¡Qué más le hizo! Porque su cartero además de boca ha de tener manos.
-No me tocó en ningún momento. Dijo que estaba feliz de estar tendido junto a una joven pura, como a la orilla de un océano blanco.
-¿Y tú?
-Yo me quedé callada pensando.
-¿Y él?
-Me dijo que le gustaba cuando callaba porque estaba como ausente.
-¿Y tú?
-Yo lo miré.
-¿Y él?
-El me miró también.

Antonio Skármeta, El cartero de Neruda

Buenos Aires, 1996





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