Preámbulo a las
instrucciones para dar cuerda al reloj
Piensa en esto: cuando te
regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena
de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente un reloj, que los
cumplas muy felices, y esperamos que te dure porque es de buena
marca, suizo con anácora de rubíes; no te regalan solamente ese
menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo.
Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan
un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo,
pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como
un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la
necesidad de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan
la obsesión de a atender a la hora exacta en las vitrinas de las
joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te
regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se caiga al
suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una
marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu
reloj con los demas relojes. No te regalan un reloj, tu eres el
regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
***
Instrucciones para dar cuerda al reloj
Allá al fondo está la
muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con
dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre
otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren
regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de
él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer,
el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué
más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad,
imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que
pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj,
gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está
la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no
importa.
Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas
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