Sunday, February 11, 2018

Los personajes femeninos y el destino del hombre en la poesía de Federico García Lorca (“Elegía a doña Juana la Loca”, “Elegía”, “Balada de un día de julio”, “Si mis manos pudieran deshojar”, “Alba”)



 Universidad de Sofía “San Clemente de Ojrid”


Facultad de Filologías clásicas y modernas




Departamento de Estudios Iberoamericanos

Carrera de Filología Hispánica

Asignatura: Literatura española del siglo XX



Estudiante: Hristiana Bobeva,
Número de facultad: 41561


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En el prólogo de su Libro de poemas, García Lorca con claridad explica el objetivo de este primer libro suyo: «Ofrezco en este libro […] la imagen exacta de mis días de adolescencia y juventud, esos días que enlazan el instante de hoy con mi misma infancia reciente. / En estas páginas desordenadas va el reflejo fiel de mi corazón y mi espíritu […]» Y aunque, por ser juveniles y, por lo tanto, influenciados por sus maestros, Béquer, Rubén Darío, Machado, Juan Ramón Jiménez, los poemas que forman parte de este libro ya reflejan la originalidad en el manejo de la metáfora y el rico mundo de símbolos, tan característico de García Lorca.
En cuanto al tema, el destino del hombre en general y el de las mujeres, en particular, es uno – la muerte, que llega después de los sufrimientos del alma durante vida. Las mujeres en su poesía son viudas o mártires sin amor. Cierta deshumanización en sus poemas García Lorca logra mediante unas metáforas sumamente abstractas, simbólicas, que combinan cosas, incompatibles a primera vista (por ej. “lotos de saetas”, de “Elegía”). Sin embargo, en general, el poeta tiene un punto de vista sobre el arte del todo opuesto al de Ortega y Gasset (José Ortega y Gasset, Obras completas, Tomo III, “La deshumanización del arte”, Taurus. Santillana Ediciones Generales S.L., Madrid, 2010). Dice Lorca: “La imaginación poética viaja y transforma las cosas, les da su sentido más puro y define relaciones que no se sospechaban; pero siempre, siempre, siempre opera sobre hechos de la realidad más neta y precisa. Está dentro de nuestra lógica humana, controlada por la razón, de la que no puede desprenderse. Su manera especial de crear necesita del orden y del límite.” (Imaginación, inspiración, evasión). Esto es el arte para él, la imaginación limitada del hombre, estrechamente relacionada con su mente y su modo de ver el mundo. Así pues, vemos que Lorca sostiene una teoría que nada tiene que ver con las ideas del filósofo sobre la deshumanización del arte, que guiaban a la mayoría de los vanguardistas. No obstante, cada lector encuentra para sí mismo su punto de vista acerca de la obra del gran poeta.
El primer poema, objetivo de este trabajo, es “Elegía a doña Juana la Loca” que Lorca dedica a Melchor Fernández Almagro, un amigo suyo de Granada, que conoce al instalarse en la Residencia de Estudiantes en Madrid. El poema cuenta, a través de la imaginación poética de su autor, que ya mencionamos en la introducción, el destino trágico de la reina de Castilla, Juana la Loca, una de las hijas de Los Reyes Católicos. Tras morir su esposo, el rey de Francia, Felipe el Hermoso, en 1506, el estado mental de la reina empeora hasta el punto de que ella ya no pueda gobernar. Desde el primer verso se plantea su mayor tragedia: “Princesa enamorada sin ser correspondida. /Clavel rojo en un valle profundo y desolado.” En los primeros cuatro versos aparecen símbolos significativos del amor como martirio - el clavel, y de la muerte - la tumba, el mármol. La princesa era pura e inocente durante su vida, como una paloma, pero derramando su fuego y sus ansias sobre el “cáliz de nieve” del amor no correspondido, se rompe las alas. De esta manera se hace alusión al matrimonio de constantes peleas y celos que tuvieron Juana y Felipe. Su amor sigue afirmándose como imposible.
En la tercera estrofa hay un fuerte contraste entre los símbolos de la princesa, del refinamiento de la mujer de alta alcurnia: “flores, versos y collares de perlas”, y lo que viene a ser la ofrenda que le hace la Muerte: “rosas marchitas en un ramo” (símbolo del amor apasionado, pero no realizado). Aparecen también dos mujeres-símbolo del amor trágico: Isabel de Segura (de una leyenda aragonesa de Teruel, que muere al ver muerto a su amado y la razón es que ella le niega un beso para no faltar a su legítimo marido) y Melibea, de la obra dramática de Fernando de Rojas, más conocida como “La celestina”. El canto de la princesa, comparada con una alondra, símbolo de la alegría y la vitalidad se vuelve “monótono y amargo”, relacionándose con “las lentas campanas” que tocan a muerte. Su grito de sufrimiento estremece la capital de su reino y su locura, jamás mencionada de forma directa, está del todo justificada, por no gozar de un amor feliz. La pasión que tiene es la verdaderamente española: fuerte y algo violenta, pero hasta la labor más típica para una mujer, la de hilar, queda frustrada: “la rueca de hierro y de acero lo hilado”. Esta labor femenina se vuelve agobiante y hasta peligrosa, cual un arma que pronto le causará la muerte.
Aunque ha nacido para amar y ser amada, nunca pudo formar una familia feliz: en vez del amor suave y delicado del laúd, tuvo el grosero y cruel de la trompeta. Estaba hecha para “mirar los eternos jardines de la sombra”, símbolo de la muerte, pero, en realidad, ella se ha adentrado allí por ser engañada, por tener el “amor desgraciado” que caracteriza todos los personajes femeninos de García Lorca. La muerte está presente en casi cada línea del poema, al final aparece también “el jardín callado”, sin las risas alegres de sus hijos, que añade un trazo trágico más al cuadro de la constante y eterna tortura de la joven reina. Juana tuvo con Felipe seis hijos, pero estos quedan omitidos del todo en el poema para subrayar la importancia que tuvo para ella el amor de su esposo, que siempre le faltó.
La estructura circular se cierra con la repetición de la primera estrofa, con la siniestra personificación de la tumba (la muerte) que “ha abierto sobre el mármol” sus ojos.
La tragedia de la mujer en “Elegía” es similar a la del poema anterior, aunque podríamos afirmar que es aún mayor. El personaje femenino es una virgen mártir que no sólo no ha conocido el amor feliz, ella ni sabe lo que es el amor, lo que es ser madre, es decir, ser una mujer realizada que ha cumplido con la ley de la Naturaleza. Sus posibilidades de maternidad y amor no han sido aprovechadas y ella está condenada a la soledad y la amargura desde el principio del poema. Aparece uno de los símbolos más característicos de la muerte en García Lorca: el “nardo marchito”, en un fuerte contraste con “la tarde luminosa y clara”. Este motivo de la soltería aparecerá también en las obras ya maduras del poeta (los dramas “Yerma” o “Doña Rosita, la soltera”).
La virginidad en el poema está descrita de una manera espeluznante:

Llevas en la boca tu melancolía
de pureza muerta, y en la dionisíaca
copa de tu vientre la araña teje
el velo infecundo que cubre la entraña
nunca florecida con las vivas rosas,
fruto de los besos.

El símbolo del fruto del amor, el cáliz, está cubierto por la telaraña de la infecundidad, nunca ha tenido la mujer “vivas rosas”, es decir amor, en su vida. Se parece a un templo viejo que jamás ha tenido devotos que lo visiten. Aparecen también dos diosas de la fecundidad: la diosa romana Ceres y la Virgen María, que podrían representar respectivamente el amor carnal y apasionado y el puro e inmaculado por la concepción. Pero los dos tipos son igual de imposibles para el personaje del poema. La condena es que ella se marchite como las flores delicadas y bellas que al morir se vuelven feas y repugnantes. Es una mujer a la vez ardiente (“ébano”, “moreno”) y pura (“nardo”, “cisne”). Por la castidad, tan propagada por el catolicismo como una virtud, ella es una “mártir andaluza” que no tiene amor, a la que nadie mira ya.  Es el reflejo de Andalucía y por mucho que sufra, tiene que guardárselo todo para sí misma y esconderse detrás del abanico y la mantilla. Se la compara con dos vírgenes mártires que fueron asesinadas por los romanos por ser cristianas: santa Inés y santa Cecilia y también con otra santa, Clara, fundadora de la Orden de las Hermanas Clarisas. Ella mira por la ventana el símbolo de la fecundidad, la lluvia, mientras se oyen “los clamores/ turbios y confusos de unas campanadas” que anuncian la muerte en la obra de Lorca.
El amor nunca llegó a su vida, pero, sin embargo, ella lo sigue esperando porque, aun siendo vieja lo necesita. Su cuerpo ya envejecido se convierte en su constante tortura porque no le permite convertir en realidad el anhelo de su alma todavía joven. Morirá sin haber conocido emoción verdadera y su inmensa tristeza podrá hasta eclipsar las estrellas que en la poesía del poeta son símbolo de la pasión fuerte, todavía viva o ya muerta.
En Balada de un día de julioLorca rinde homenaje a las tradiciones folklóricas. El poema entero recuerda a las serranillas renacentistas. Por otra parte, varios versos son directamente tomados de canciones populares: “Esquilones de plata llevan los bueyes” y “¿Qué llevas en el pecho... niña?”. El ritmo es de un juego de niños antiguo en el que en el centro está “la viudita” cantando y, a su alrededor, los otros niños le responden y bailan en círculo. Esta obra de García Lorca es una de las pocas en las que el amor está representado, hasta cierto punto, como un inocente juego de niños. El motivo de la viuda muy joven aparecerá también en una obra de teatro del poeta que nunca se llegará a estrenar, La viudita que se quería casar.
Aparece un doble símbolo de la muerte, “el caballero errante de los cipreses”, que nunca llegará a su destino porque antes, como él mismo dice a la niña, la muerte se lo llevará. Este se contrapone a “El Conde de los Laureles” a quien la niña busca: el laurel es símbolo de la alegría, por ser la flor del dios del Sol Apolo. La viudita le ofrece una noche de pasión, pero el caballero se niega, llamándola Isis - la diosa de la mitología del Antiguo Egipto que resucita a su hermano y marido, Osiris. Al final la niña sigue su camino y el protagonista masculino muere, su corazón desangrándose por las heridas que le han dejado los amores desgraciados.
En el poema Si mis manos pudieran deshojar...el personaje se siente vacío ya que el amor que antes tenía se ha esfumado de su corazón. Lo evoca por la noche, el período en el que los personajes de Lorca están más tranquilos. Pero él no lo está y su tragedia consiste en que el nombre de su amada no le provoca ningún sentimiento, sólo enloquece por evocar los recuerdos y el amor ya pasado. Esto le causa un profundo dolor, más que “la mansa lluvia” que hiere con su monotonía. El mismo motivo aparece también en el poema “Lluvia”, también parte del Libro de poemas, donde este fenómeno de la naturaleza despierte diferentes tipos de emociones en el personaje.
El que antes estuvo enamorado, ahora se tortura a sí mismo, haciéndose preguntas a las que no puede hallar la respuesta: si su corazón tiene la culpa, si amará de nuevo. La única solución que encuentra es imposible, “deshojar a la luna”, único testigo del amor en la noche.
El poema Albahace alusión al nuevo día, al nacimiento de la esperanza, pero esta interpretación se vuelve totalmente contraria al leerlo. Hay una asonancia entre el mundo interior del personaje y el brote del nuevo día. La luz diurna lo entristece aún más y le vuelve melancólico. Por ser la noche el período en el que el personaje se siente más cómodo, ella es la que con el día oculta el mundo y no al revés. Está desesperado y exclama que no puede vivir en esta luz, siendo su alma “llena de noche”, la luz del día lo ciega, le causa un profundo dolor. Con el paralelismo sintáctico “¡Qué haré yo...!” se subraya la desesperación del personaje que ha perdido a su amada porque la muerte se le ha arrebatado. El único calor, la única luz grata para él ha sido la mirada de la amada.
Al final del poema de nuevo aparece la estrella como símbolo de la fuerte pasión. Pero aquí está apagada: al morir la amada, su alma también ha muerto con ella, trasladándose en la eterna noche, una noche en la que ni siquiera hay estrellas. Por eso el nuevo día le causa tanto dolor: le arrebata la posibilidad que le da la noche - la de vivir el doloroso amor con un goce agridulce, y sus bellos fantasmas del pasado, que viven al morir el día, se esfuman.
Para concluir, el destino de las mujeres y los hombres en la poesía de Federico García Lorca es el de vivir muriendo por no tener amor. Hay mujeres que conocen el sentimiento más bello del mundo, pero este no está correspondido, le responden con engaño y el grito de muerte de la paloma enamorada estremece ciudades enteras, el último canto de la alondra empieza a sonar como las campanas que anuncian la muerte (“Elegía a doña Juana la Loca”).
Otra tragedia es la de la virgen que es una mártir, y no una santa, por no cumplir con la ley de Dios de dar vida. Este es un motivo muy novedoso y actual en la poesía de Lorca que se rebela contra las leyes severas del catolicismo que condenan a muchas mujeres a morir sin haber conocido el amor. Por lo tanto, también el final es cruel: la flor suave y bonita se marchita y se vuelve fea por la falta de emociones (“Elegía”).
Un tercer tipo de tragedia es la de la joven viuda, que ha perdido un amor y con valor busca a otro. Aunque en su camino ella se encuentra con la muerte, hay cierta esperanza porque ella es joven y puede volver a encontrar el amor, la esperanza se esconde también en el género que usa el poeta: una balada y no una elegía (“Balada de un día de julio”).
Hay también hombres que sufren por amor, unos porque el sentimiento se les ha apagado en el corazón y se sienten vacíos (“Si mis manos pudieran deshojar”) y otros, cuya amada les ha sido arrebatada por la muerte, sufren del dolor que les causa la luz cegadora del día (“Alba”).
En los cinco poemas podemos observar los múltiples aspectos de la falta de amor. Personajes con destinos diferentes en el fondo sufren de lo mismo: su vida es una constante tortura porque al faltar el amor, uno vive en la más oscura noche y sólo la luz suave de la mirada de un nuevo amor le puede devolver a la vida. Por desgracia, muy pocos tienen esta esperanza.  
© Hristiana Bobeva, 2018


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BIBLIOGRAFÍA:
GARCÍA LORCA, Federico, Book of poems (selection)/Libro de poemas     selección), A Dual-Language Book, edited and translated by Stanley    Appelbaum, DOVER PUBLICATIONS, INC., Mineola, New York, 2004

ГАРСИА ЛОРКА, Ф. Избраное, (на исп. яз.), составление и предисловие:          Г.В. Степанова, издательство ПРОГРЕСС, Москва, 1979

RICO, Francisco, Historia y crítica de la literatura española, SÁNCHEZ   VIDAL, Agustín, 7. Época contemporánea: 1914-1939, CRÍTICA,        Grijalbo Mondatori, Barcelona, 1995

RICO, Francisco, Historia y crítica de la literatura española, SÁNCHEZ     VIDAL, Agustín, 7. Época contemporánea: 1914-1939, primer      suplemento, CRÍTICA, Grijalbo Mondatori, Barcelona, 1995

ARANGO, Manuel Antonio, Símbolo y simbología en la obra de Federico García Lorca, Espiral Hispanoamericana, FUNDAMENTOS, Madrid,     1995
http://federicogarcialorca.net/index.htm (Biografía y obras completas de Federico García Lorca)

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